septiembre 21, 2011

                 Quise saber de dónde venía esa voz tan familiar, pero justo cuando levante la mirada y a penas hice el gesto de abrir los párpados, estabas ahí parado frente a mi, clavándome la mirada, quemándome hasta en lo más hondo y deshaciendo lo último que quedaba de lucidez en mi. Segundos después, o minutos o el tiempo que haya pasado, todo eso que había esperado tanto tiempo con ansias y que llegó en el momento menos pensado y que era haberte dicho adiós y que desaparezcas de la faz de la Tierra, de este mundo que era mi mundo, quedó en completo vacío. Luego de la secuencia de escuchar tu voz, ver tu rostro y caer en el más hondo y oscura inconsciencia, me encontraba ahí sentada, sin dejar de contemplar la más abrumadora belleza que pudo alguien tener jamás, y a la vez sintiendo que no podía hacer más que mirarte. Me dije, luego de percatarme de lo que estaba sucediendo, que había hecho el ridículo, ya que en ese instante estaba yo en el suelo, abrazando mis rodillas sin decir nada más que no está sucediendo.
                   Las miradas ausentes pero a la vez muy penetrativas del público que me rodeaba, hacían ya furor en mi conciencia y no paraban de hablar y comentar lo que allí estaba ocurriendo, y es que al fin me había sucedido lo que alguna vez temí... pasar a un estado de inconsciencia inmersa en tus ojos.

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