Sería imposible no lamentar la agonía en que me hundiría si existiera la posibilidad de que, aún si fueras ese amor que deja huella o esa fantasía veloz o lo que sea que fueras, dejase de contemplarte, dejase de tenerte, de necesitarte, de verte. Resulta imposible intentar imaginarme que desaparezcas de mi esencia sin dejar de retorcerme en dolor.
Saber que nada puede alejarme de lo que me produce verte ahí esperándome como si fuera algo que no sientes hace años, que extrañas pero no percibes, que conoces pero no imaginas, es sentir que no existe nada que pueda apartarme de vos, por más de que haya mil y una razones que confirmen que somos agua y aceite.
Dejar de experimentar la emoción que se manifiesta con el burbujeo en mi estómago al verte, entender por qué no hay otra cosa semejante al desosiego que me causa el oscuro razonamiento de que algún día pueda llegar a perderte, son dos de las cosas que nunca podré lograr siquiera rosar.
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